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La intolerancia a la fructosa es una afección digestiva producida por una malabsorción de este tipo de azúcar que da lugar a una serie de síntomas, sobre todo, de carácter digestivo. La intolerancia a la fructosa puede ser primaria, es decir tener origen genético, o ser secundaria, es decir estar asociada a otra patología de base que ha provocado esa malabsorción y que en ocasiones puede ser una Enfermedad Celiaca, como veremos a lo largo de este artículo. También revisaremos las pruebas diagnósticas de la intolerancia a la fructosa, así como el tratamiento recomendado que debe estar pautado por un profesional de la nutrición especializado y actualizado.

Intolerancia a la fructosa: ¿qué es la fructosa?

La fructosa es un tipo de azúcar que encontramos a menudo en frutas y verduras, así como en la miel. Se trata por tanto de un hidrato de carbono simple, también llamado monosacárido. Lo encontramos también en el azúcar común que es un disacárido llamado sacarosa, que está formado por glucosa y fructosa.

Intolerancia a la fructosa: ¿qué es?

Para entender bien el concepto de «intolerancia a la fructosa» debemos tener en cuenta algunos puntos importantes. Resulta sumamente interesante el libro «Intolerancia a la fructosa» de Sonia González y M. Pilar Gómez, ambas Dietistas Nutricionistas, en el que explican de manera sencilla y muy eficaz, el proceso de digestión y absorción de nutrientes.

La digestión comienza incluso antes de introducir un alimento en nuestra boca, ya que cuando esto va a ocurrir, nuestro hipotálamo ya está enviando las señales necesarias para que todo el proceso comience. Con la masticación y la saliva, empezamos a descomponer los alimentos que en el estómago y con la acción de los ácidos también del hígado y del páncreas se convertirán en el «quimo» que pasará al intestino delgado, al duodeno concretamente, para ahí ser absorbidos. En algunos casos, el proceso final de absorción y de paso al torrente sanguíneo es relativamente sencillo.

Sin embargo, en el caso de la fructosa, se necesita de unos transportadores que van a ayudar a que la fructosa atraviese la membrana celular para ser completamente absorbida. Si estos transportadores, como GLUT5 no funcionan correctamente, esa absorción no se produce y la fructosa continúa un camino que no debería recorrer a lo largo del intestino delgado hasta que llega al colon y ahí se produce una fermentación que es responsable de los molestos síntomas de la intolerancia a la fructosa. También puede ocurrir que al no ser absorbida, el intestino libere agua y esto dé lugar a diarreas.

Es decir, por la razón que sea (que ahora veremos) existe una malabsorción de fructosa que da lugar a esa sintomatología que es lo que acaba de definir a la intolerancia a la fructosa.

También es importante destacar que se debe diferenciar la intolerancia a la fructosa primaria o «fructosemia» cuando el origen de este problema es genético, de una intolerancia a la fructosa secundaria que es cuando esa malabsorción deriva de algún otro problema digestivo, como ocurre en ocasiones con la Celiaquía.

Así, a modo de resumen podemos decir que la intolerancia a la fructosa es una afección que se produce cuando nuestro organismo no puede absorber correctamente este tipo de azúcar.

evolución de un celiaco

Intolerancia a la fructosa: causas

Como ya mencionábamos en párrafos anteriores, la fructosa, para su completa absorción necesita de unas proteínas transportadoras, como el GLUT5, que le ayudan a atravesar la membrana celular.

Así que la causa de la intolerancia a la fructosa es que haya deficiencias en estos transportadores. La clave, en estos casos, es saber por qué se produce esa deficiencia. Si esta deficiencia es algo que viene marcado por la genética, hablaríamos de intolerancia a la fructosa primaria, mientras que si la deficiencia es debida a algún tipo de patología como la Enfermedad Celiaca, EII, etc, estaríamos ante una intolerancia a la fructosa secundaria que suele ser transitoria y requiere de un abordaje nutricional pautado por un profesional especializado.

Intolerancia a la fructosa: síntomas

Los síntomas que produce la intolerancia a la fructosa son variados y depende mucho de cada paciente. También hay que tener en cuenta que en esta afección existen grados (no como en Celiaquía, que no es una intolerancia sino una enfermedad autoinmune).

Lo más frecuente es que una vez que se produce la fermentación de la fructosa en el colon surjan, con distinta severidad, algunos de estos síntomas:

  • Distensión e hinchazón abdominal
  • Ruidos intestinales
  • Flatulencias
  • Dolor tipo cólico
  • Diarreas explosivas

También puede haber estreñimiento si ya lo había anteriormente, naúseas, vómitos…

Aunque estos son los síntomas más descritos, que además no son exclusivos de la intolerancia a la fructosa, también dependiendo del grado de tolerancia a la fructosa pueden aparecer síntomas extradigestivos como dolores de cabeza, por ejemplo. También puede haber estreñimiento si ya lo había anteriormente, naúseas, vómitos…

Intolerancia a la fructosa: celiaquía y sensibilidad

Cuando un paciente con Enfermedad Celiaca comienza el tratamiento con una estricta dieta sin gluten, la respuesta clínica suele ser bastante rápida. Se estima que en unas semanas el paciente comienza a notar cierta mejoría a nivel de síntomas. La correcta adherencia a la dieta sin gluten conllevará también una reducción de los anticuerpos en sangre que pueden elevarse en el momento del diagnóstico y que irán paulatinamente disminuyendo.

También con el tiempo se producirá una mejora a nivel intestinal, que podrá llegar a recuperarse por completo en la inmensa mayoría de los casos.

En principio y teóricamente, como recoge el actual Protocolo de Diagnóstico Precoz de la Enfermedad Celiaca (Ministerio de Sanidad, España) , esta es la evolución más habitual de los pacientes con celiaquía adherentes a la dieta sin gluten.

Cuando un paciente continúa, a pesar de hacer dieta sin gluten, con sintomatología es importante que acuda a un profesional de la nutrición especializado en Celiaquía para que evalúe su adherencia a la dieta sin gluten. También podemos comprobar la adherencia a través de los test de detección de Péptidos Inmunogénicos del Gluten (GIP).

Normalmente, la razón más habitual para que se produzca esta situación es que el paciente comete pequeñas transgresiones dietéticas que hacen que la sintomatología persista.

Sin embargo, si la adherencia a la dieta sin gluten es correcta y no hay dudas diagnósticas, se debe tener en cuenta la posibilidad de que existan intolerancias alimentarias que sean las responsables de esa sintomatología. En el citado documento del Ministerio de Sanidad aparece en este escenario tres intolerancias alimentarias: lactosa, fructosa y sorbitol.

También en pacientes con Sensibilidad al Gluten/Trigo No Celiaca, está documentada la relación con la intolerancia a la fructosa, aunque es más frecuente la relación con la intolerancia a la lactosa.

En caso de confirmar, con pruebas diagnósticas, la presencia de alguna de estas intolerancias, el paciente debería comenzar con un tratamiento adecuado, además de mantener la dieta sin gluten estricta.

Intolerancia a la fructosa: pruebas

Por un lado tenemos la prueba genética de intolerancia a la fructosa, para saber si efectivamente se trata de la denominada «fructosemia».

También tenemos el test de aliento para la detección de intolerancia a la fructosa, que tras administrar por vía oral al paciente una cantidad controlada de fructosa, se medirá en distintos tiempos la cantidad de hidrógeno y/o metano exhalado a través del paciente para comprobar la tolerancia.

El laboratorio VIVOLABS tiene disponible estas pruebas, tanto la genética de celiaquía, lactosa y fructosa, que puedes verla aquí, como el test de aliento para intolerancia a la fructosa (información aquí) . Con el código Celicidad10, obtendrás un 10% en estas pruebas.

Dieta para intolerancia a la fructosa

El tratamiento para la intolerancia a la fructosa deberá ser pautado por un profesional de la Nutrición experto en esta afección que tendrá que guiar al paciente durante un tiempo, ya que este tratamiento dietético consta de tres fases claramente diferenciadas.

La primera fase del tratamiento es la fase más restrictiva. Se trata de consumir la menor fructosa posible para tratar de que el sistema digestivo vaya poco a poco recuperándose. La duración de esta fase dependerá de cada paciente, puede variar entre unas semanas y 1 ó 2 meses. Es importante concienciar al paciente para que sea constante y tenga paciencia para poder mantener esta fase restrictiva.

La prioridad en esta primera fase serán alimentos que de manera natural no contienen fructosa (pescados, mariscos, carnes, huevos, lácteos, cereales, etc). Las frutas y verduras son el grupo de alimentos más problemáticos, por razones obvias, y habrá que priorizar aquellos que tienen menor cantidad de fructosa como los frutos rojos, limón, lima, aguacate entre las frutas y verduras como brócoli, acelgas, pepino, setas, lechuga, patatas (viejas).

Las frutas y verduras con más cantidad de fructosa que deben ser restringidas son: cerezas, manzana, pera, higos, y cebolla, ajo, guisantes, ajo, coles de bruselas y espárragos entre otras.

En una segunda fase deben comenzar a introducirse alimentos con un contenido moderado en fructosa. Lo ideal es ir introduciéndolo en pequeñas cantidades y de uno en uno para intentar identificar los síntomas en caso de que aparezcan.

Tras comprobar tolerancia sin síntomas, el Dietista o Dietista Nutricionista podría plantear el paso a la tercera fase, reintroducción del resto de alimentos.

Para más información sobre dieta para intolerancia a la fructosa, se puede consultar el libro: Intolerancia a la fructosa. Combatirla sin déficits con una dieta equilibrada, de las Dietistas-Nutricionistas, Sonia González Bailón y María Pilar Gómez Villena.