Antes de que Celicidad (permitidnos la licencia) llegase a nuestras vidas, los celiacos salíamos a comer con cierto miedo. O bien íbamos a lugares que contaban con el sello de alguna asociación de celiacos, o bien íbamos a sitios de los que nos habían dicho que un primo del cuñado de su hermano que era celiaco, había ido y le habían servido «cerveza y platos de esos que coméis vosotros».
Y claro, allí donde hay un lugar en el que hay cosas sin gluten, hay que ir, no somos capaces de evitarlo, existe una fuerza sobrenatural que nos lleva a ese sitio en el que atendieron al susodicho celiaco, y a veces no salimos demasiado bien parados. Y es que en ocasiones cuando ya has empezado a comer, de repente saltan las alarmas. Aquí os contamos algunas de las claves a tener en cuenta para no seguir comiendo o para salir «corriendo» del establecimiento. Y es que nuestra salud es lo más importante, y no merece la pena arriesgarla por darnos un festín a la mesa.
Tenemos que ser conscientes de que la más mínima cantidad de gluten ocasiona daños internos en el celiaco siempre, independientemente de que estos se traduzcan en daños externos más o menos graves. Y es que no hay grados en celiaquía, todos los celiacos somos iguales y la más mínima cantidad de gluten ocasiona en el organismo esa respuesta en el sistema inmunitario del celiaco que es la que daña las vellosidades intestinales SIEMPRE.
1-Variedad de pinchos, tapas y raciones sobre la barra. Entramos en el típico bar o restaurante de barrio en el que tienen pinchos y tapas para acompañar las bebidas mientras esperamos por una mesa. Y nada más entrar vemos que tienen de todo sobre la barra: pinchos de tortilla, ensaladilla rusa, boquerones, salpicón de marisco, chipirones rebozados, pimientos rellenos… Todo delicioso, por supuesto, pero donde hay tanta comida la contaminación es un serio problema, así que activa ese sexto sentido antigluten que tenemos para estar atento a absolutamente todo y mentalízate, tendrás que insistir en el tema de la contaminación cuando hables con el personal.
2-El camarero «no habla español». A pesar de que es de Huesca el camarero no entiende lo que le cuentas una vez que os sentáis a la mesa. Le dices eso de «es que soy celiaca, quería saber qué opciones tenéis para mi», y te contesta «un segundo, que apunto para preguntar en cocina, ¿celiática me has dicho que eres, verdad?». Empiezas a notar cierto sofoco pensando en la vomitona que te va a tocar esa noche, y le contestas, «no, no, celiaca, no puedo tomar gluten, pero ni un poquito», y sigue hablando en su idioma, «ya, ya, ni gluten, ni glutamato…». En ese momento sí o sí, tienes que intentar hablar con el encargado o con el cocinero directamente. No siempre los camareros tienen la información adecuada, porque es un sector con mucha rotación, y mientras la tengan en cocina, y nosotros insistamos, no tiene por qué ocurrir lo peor. Pero la segunda alarma está ya encendida. Y que conste, que los camareros son profesionales como la copa de un pino, pero no tienen por qué saberlo todo y si nadie les ha formado en materia de alergias, intolerancias o celiaquía, no tienen por qué saber lo que nos pasa.
3-El pan que no falte. Después de la conversación de besugos con el camarero que finalmente ha conseguido entenderte y te has quedado más o menos tranquila porque te aseguran que «en cocina controlan y algo te podrán hacer», llega el personal a poner la mesa. Y zasca, la primera en la frente: pan para ti, pan para tus acompañantes, pan para todos, por todas partes, a lo loco, los cubiertos sobre el pan, las servilletas bajo el pan… festival del gluten. Y otra vez a soltar el discurso. Ya se te han quitado las ganas de comer, de hablar y hasta de vivir. Pero claro, ya has pedido y tienes que ver qué te traen.
4- Alguien acecha al fondo. Te traen tu plato apto. Una adaptación a base de ensalada, una carne o un pescado al horno o a la plancha… Algo sencillo, nada del otro mundo. Te tranquilizas, les has avisado y nadie tiene ganas de crearte problemas. Así que coges ánimos y comes. Pero notas algo raro, te sientes observada… y de repente lo ves: el camarero, el pinche y el cocinero salen de vez en cuando a mirarte… te pasan los rayos x de arriba a abajo para ver si cambias de color, si tienes espasmos… Ahí sabes que están encomendándose a todo para no haber metido la pata. Y se te vuelven a quitar las ganas de comer.
5- La puntilla. Estás acabando de comer y de repente aparece de nuevo el camarero un tanto pálido y te suelta, «¿las aceitunas las puede comer? Es que en la ensalada había muy poquitas, pero alguna había». En ese mismo instante lo sabes, si no has sufrido una contaminación habrá sido de puro milagro. Y es que evitar la contaminación cruzada no es fácil, pero con un poquito de voluntad y con los conocimientos adecuados se puede y en los restaurantes que presumen de tener opciones sin gluten, no sólo es que se pueda es que se debe poder, porque sino no son para celiacos. Si eres restaurador y quieres aprender a hacerlo, en nuestra guía Aprender a Cocinar Sin Gluten te lo contamos todo. Y si no eres restaurador también es perfecta para ti.
¡Lo que hemos sufrido tod@s en sitios así! Por suerte cada vez hay más restaurantes, más información y más responsabilidad, y en muchos sitios en los que no están preparados para atendernos nos lo dicen sin tapujos. Es de agradecer. Pero aún hay muchos lugares en los que se arriesgan a darnos de comer jugando así con nuestra salud. Esos lugares no están en la app Celicidad, ni estarán. A todos los demás, gracias por ayudarnos y hacernos la vida más fácil y feliz, como estos 10 que son los mejores restaurantes de España para celiacos.