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Las intolerancias alimentarias que más frecuentemente se asocian con la Enfermedad Celiaca son la intolerancia a la lactosa y la intolerancia a la fructosa. Suelen ser intolerancias secundarias -no de origen genético- que aparecen precisamente por el daño intestinal que el gluten provoca en las personas con Celiaquía que aún no han sido diagnosticadas. Normalmente estas intolerancias asociadas a la Celiaquía, remiten con el tiempo tras el diagnóstico de la Enfermedad Celiaca y el inicio del correspondiente tratamiento dietético: una dieta sin gluten estricta y de por vida, que de forma ideal debe ser pautado por un Dietista o Nutricionista especializado en Celiaquía y dieta sin gluten.

Las intolerancias alimentarias se producen cuando el organismo no es capaz de digerir correctamente determinados alimentos por la falta de las enzimas que deben ayudar a degradar algunos de los azúcares de los que están compuestos. En este caso no interviene el sistema inmunológico a diferencia de la Enfermedad Celiaca, en la que sí interviene y por eso se considera una enfermedad de base autoinmune.

El gluten es la proteína de origen vegetal que provoca la activación del sistema inmunológico de una persona con celiaquía. El sistema inmunológico reacciona cuando el paciente consume gluten poniendo en marcha un complejo mecanismo que acaba provocando un daño en las vellosidades intestinales -en el intestino delgado-.

Las vellosidades intestinales van poco a poco dañándose hasta llega a atrofiarse por completo en la mayoría de los casos de pacientes con Celiaquía -no en todos, también hay celiaquía sin atrofia-. A medida que las vellosidades intestinales se van lesionando, estas dejan de cumplir con sus funciones, entre ellas la absorción de nutrientes, por lo que también es muy frecuente que haya carencias nutricionales -hierro, ácido fólico, calcio, Vitamina B12 y Vitamina D, principalmente-.

Además de esas carencias nutricionales frecuentes en Celiaquía debida al daño intestinal, también puede haber déficits enzimáticos que ocasionan esas intolerancias alimentarias y que requieren de un diagnóstico certero para llevar a cabo las recomendaciones dietéticas que permitan al paciente recuperar la calidad de vida.

Y es que tras el diagnóstico de la Enfermedad Celiaca y con una correcta dieta sin gluten, el paciente deberá ir poco a poco notando mejoría clínica. Sin embargo si tiene intolerancias asociadas a la celiaquía y estas no son correctamente diagnosticadas y tratadas, los síntomas se mantendrán durante más tiempo complicando así la calidad de vida del paciente.

Estas intolerancias alimentarias, cuando son secundarias, es decir asociadas a la celiaquía y al daño intestinal provocado por el gluten, acabarán remitiendo con el tiempo y el paciente podrá volver a introducir aquellos azúcares que en el momento del diagnóstico no era capaz de tolerar. Para ello, la dieta sin gluten estricta también es imprescindible ya que es el único tratamiento eficaz a día de hoy para la Enfermedad Celiaca.

Intolerancias alimentarias: lactosa

La intolerancia a la lactosa puede tener origen genético o puede ser secundaria a otra patología, como en el caso de la Celiaquía. Es de origen genético cuando el gen encargado de producir lactasa -enzima encargada de su degradación- ha sufrido algún tipo de modificación y por lo tanto no fabrica lactasa de forma óptima. En esos casos, el consumo de lactosa en el paciente estará restringido en mayor o menor grado para siempre.

Sin embargo es muy frecuente encontrar intolerancia a la lactosa asociada a la Celiaquía y causada por el daño intestinal que con el tiempo y la dieta sin gluten estricta, acabará remitiendo. En estos casos el problema es que no se produce lactasa con normalidad, pero con el tiempo y la recuperación del intestino gracias a la estricta dieta sin gluten, el paciente podrá volver a introducir alimentos con lactosa.

La lactosa es un disacárido compuesto de dos monosacáridos -glucosa y galactosa- que para ser correctamente digerido debe ser dividido en los ya mencionados monosacáridos. Es la lactasa la encargada de romper esta unión. Si no hay lactasa, o la hay en cantidad reducida, la lactosa provocará síntomas digestivos en el paciente, de ahí la importancia de diagnosticarla correctamente.

Intolerancias alimentarias: fructosa

La intolerancia a la fructosa de origen genético -también llamada Intolerancia Hereditaria a la Fructosa (IHF)- no es muy frecuente en personas con Celiaquía, pero sí es más frecuente la intolerancia a la fructosa asociada a la celiaquía -o secundaria-.

De nuevo, en este caso, será una intolerancia alimentaria secundaria que acabará remitiendo cuando el intestino del paciente con Celiaquía esté recuperado.

La fructosa es un azúcar que se encuentra de forma natural en muchos alimentos de origen vegetal, como las frutas y las verduras. Se trata de un monosacárido con la misma fórmula química que la glucosa pero diferente estructura.

La intolerancia a la fructosa se caracteriza por una deficiencia o ausencia de la enzima fructosa-1-fosfato aldolasa, que es la encargada de metabolizar la fructosa. Los síntomas más frecuentes son de tipo digestivo y es necesario llevar a cabo una alimentación con alimentos bajos en fructosa, la conocida dieta FODMAP, que idealmente deberá ser pautada por un Dietista o un Dietista-Nutricionista para que sea lo más saludable y balanceada posible, así como para hacer un seguimiento e ir introduciendo en el tiempo alimentos a medida que el intestino del paciente con celiaquía e intolerancia a la fructosa secundaria, va mejorando.

¿Cómo es la evolución de un paciente con Celiaquía?

Tras el diagnóstico de la Enfermedad Celiaca, el paciente debe comenzar una dieta sin gluten estricta y de por vida. A día de hoy es el único tratamiento eficaz para esta patología de carácter autoinmune, sistémica y crónica.

Una vez que el paciente comienza su dieta sin gluten estricta -basada en alimentos que de manera natural no contienen gluten-, la sintomatología, explica la Dra. Crespo, del Hospital Ramón y Cajal en Madrid, es lo primero que comienza a remitir «en unas semanas el paciente comenzará a notar que se encuentra mejor».

Estos síntomas de la celiaquía podrían verse solapados por los síntomas de intolerancias asociadas, de ahí la importancia del diagnóstico también de estas intolerancias en caso de que hayan aparecido y de las pautas dietéticas más adecuadas en cada caso.

Mientras tanto, las anticuerpos de la celiaquía, van bajando más despacio, «lo normal es que si el paciente ha elevado anticuerpos, estos negativicen entre los 6 y los 12 meses», apunta la especialista en el podcast Onda Celicidad.

Por último, la lesión intestinal que el gluten ha provocado en el paciente con Celiaquía y que puede variar en función de su severidad -desde un Marsh 1 a una atrofia vellositaria total– será lo último en revertir. «Hay pacientes que tardan más de dos años en recuperar el intestino, y hay algunos que no lo consiguen hacer nunca a pesar de no tener celiaquía refractaria», explica la Dra. Crespo.

Para que esta recuperación total se produzca, de nuevo es imprescindible que el paciente realice correctamente su tratamiento: una dieta sin gluten estricta, sana, variada y equilibrada, que en caso de ser necesario deberá ser pautada por un profesional de la nutrición especializado en Celiaquía, hasta alcanzar la recuperación.

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